martes, 19 de abril de 2005

Mirando al mar, soñé...



Yo, que siempre he soñado con ser como Mar Flores y protagonizar románticas veladas en la cubierta de un velero de lujo con una copa de champán en la mano y un macizo empresario en la otra; he tenido la terrible suerte de ser de secano y poco ducha en cuestiones naúticas.
Gran desgracia la mía porque, a pesar de tener un tío profesional de la marina, nunca he pasado de la barcaza del estanque del Retiro, a la que me llevaba mi abuela todos los domingos del mes de mayo para compensar los largos meses de verano que nos aguardaban al pie del Moncayo y con el río Huecha como única posibilidad navegable... navegable sólamente para los barquitos de papel con los que nos divertíamos las nietas, que el Huecha por aquellos años de sequía y pantanos en números rojos más parecía la meada de un niño chico.
El caso es que ahora descubro con regocijo que aún estoy a tiempo, que a pesar de rozar los treinta y no saber nada de jarcias, spinnakers y botavaras, puedo hacer realidad ese sueño insatisfecho de creerme, por unos días, la reina de los mares -como esa que tiraba el pañuelo al suelo y lo volvía a recoger- o, según me dé el viento, protagonista de la última aventura de piratas al más puro estilo Johnny Depp.
Así que llevo varios días navegando por la página de www.easysailing.es y soñando con la flota de barcos para alquilar que me ofrecen con tripulación incluída para que no tenga que dejarme las palmas de las manos izando y arriando velas que una tiene mucho estilo y muy poca masa muscular.
Ya no me queda excusa, sólo elegir destino y embarcación. ¡Rayos y centellas, rallas y centollos! ¡Y caracoles!

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