miércoles, 27 de abril de 2005

La culpa, para no variar, del "empedraó"



Esta tarde, callejeando por la zona de noviciado -calles estrechísimas, aceras inexistentes- he estrenado el coche comme il faut, restregándolo contra uno de esos bolardos tan majos cortesía del Ayuntamiento de Madrid.
Cagándome en todos los muertos del Ilustrísimo -Sr. Ruíz Gallardón para los amigos, Ilmo. para la familia- he vuelto a casa con el firme propósito de airear mi mosqueo en este blog para a continuación enviar una carta al ayuntamiento pidiendo explicaciones. A saber: ¿De qué cojones sirve un bolardo en una acera de 30cm de ancho y 30cm de alto a la que sólo se podría subir la camioneta del Equipo A? ¿Cómo pretenden que uno gire en la esquina sin hacer catorce maniobras para esquivar bolardos y coches aparcados? ¿Por qué coño los hacen tan pequeños que es imposible verlos a menos que tengas periscopio lateral en lugar de retrovisor?
Dice Alberto, experto conductor y mi consejero espiritual en la compra de este mi ya mellado vehículo, que esto es una conspiración a gran escala entre el Ayto. y la confederación de talleres de chapa y pintura y yo le creo.

El caso es que buscando fotos de bolardos asesinos en google para ilustrar mis exabruptos, he dado con ésta arriba expuesta y me he quedado pasmada. La página explicativa no tiene desperdicio.

El ayuntamiento de Tres Cantos ha colocado bolardos ¡ecológicos! para evitar el paso de coches a zonas peatonales.
Al parecer, los tan cacareados bolardos están realizados con materias procedentes de residuos plásticos urbanos y sus materiales son "reciclados y recicables", ni más ni menos y ni menos ni más, que diría Jardiel Poncela.

No sé a qué viene tanta satisfacción por parte de los responsables porque a mí, esta misma tarde, se me han ocurrido en tan sólo 5 minutos varias formas muy gráficas y satisfactorias de reciclar bolardos y no precisamente de los ecológicos estos.

Volviendo al tema que nos ocupa, entre las propiedades de los nuevos bolardos de Tres Cantos: que son baratos, que no cortan -sólo faltaría, vamos- que tienen una alta resistencia a la intemperie y al impacto, una gran resistencia a la deformación -a costa de la chapa de los coches- y que son "auto-extinguibles".
Auto-extinguibles deberían ser también los concejales de obras y servicios y si creeis que exagero, escuchad lo que dijo la respectiva de Tres Cantos, Dña. María Ángeles Mañá:
"Consideramos necesario impedir el acceso de los vehículos al interior de los sectores, ya que se trata de zonas peatonales y existe un importante peligro de accidente para la población, especialmente para la infantil, además del consecuente deterioro del pavimento"
Que digo yo que, por supuesto, leyendo bien sus palabras una infiere que el deterioro del pavimento sería consecuencia de los accidentes con la población y se han dado casos, sí, que hay cabezas muy duras pero vamos, colocar bolardos emboscados y asesinos para proteger el empedrao me parece ya el colmo, como si no supiera defenderse el pavimento:
El empedrao del Paseo del Prado, ese tramo tan majo que va desde el Botánico hasta el Museo, lleva años soportando a diario el paso de vehículos de todo tipo y, de momento, lo único que se resiente son los amortiguadores de los coches y las hemorroides de los pasajeros, sobretodo los del autobús 37. Por no hablar de la calle Montera y el 3, ese autobús fantasma que sólo pasa una vez al día pero que cuando lo hace y por dicha calle te deja los riñones fileteados.

Pero la concejala no se queda ahí, añade todavía:
"Creo que la instalación de los bolardos es la actuación más adecuada y en este caso y como valor añadido, no sólo económico sino también medio-ambiental, contribuimos al aprovechamiento de residuos dándole una utilidad social".
Así que ya lo sabéis, a partir de ahora, pensáoslo muy bien antes de reciclar las tarrinas del yogur y los cartones de leche desnatada, el día menos pensado os los encontráis en una esquina.

2 comentarios:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Gracias por la mención a mi abuelo.

fridwulfa dijo...

Su abuelo, caballero, ha sido la medicina con la que me he curado todos los conatos de depresión.
Así que las gracias debo dárselas yo a él.

Un saludo