martes, 3 de mayo de 2005

12 años ya... y sigue siguiendo.

El jueves asistí a un encuentro entre profesores y ex-alumnos en mi antiguo instituto para conmemorar el 25 aniversario del centro. Y si no había escrito todavía sobre ello es porque estaba recuperándome del shock.
Lo primero que descubre uno cuando llega a un acto así, es que los profesores no cambian. Los años pasan para todos menos para ellos.
Aterrizas y lo primero que haces es tratar de localizar a alguien conocido a quien aferrarte y, acabas haciéndolo -aferrándote- a esa chica tan rara que se sentaba tres filas más atrás y nunca abría la boca pero que hoy, curiosamente, está de lo más charlatana, y eso a pesar de que ni tú ni ella recordáis vuestros respectivos nombres. Pero, claro, el miedo a quedarte como un tanganillo, en medio del gimnasio del insti, con la coca cola en la mano y más sola que la una, mientras el resto de la gente se saluda efusivamente puede con todo y esa chica tan rara de repente se convierte en la persona que más te alegras de ver de las 200 que hay a tu alrededor.
Al cabo de un rato se te van acercando compañeros poco a poco y la vena malvada empieza a dispararse:
"Joder, qué calvo está Pepe". "Pues anda que Tomás... está gordísimo". "¿Esa que me ha saludado quién es" "¡Coño, Celia! no la había reconocido con esas tetas"... Y así toda la tarde.
A los profesores no los confundes, no. Han pasado 12 años desde que te fuiste, tus compañeros han perdido pelo, tú has engordado... pero los profesores no han cambiado nada, ni una arruga de más, ni un pelo de menos.
"Ostras, el de filosofía" Me señala José Luis. "El chinarro ¿Cómo se llamaba?".
"Julio" le recuerdo yo.
"Ése, ése, míralo, está igual, el cabrón".
El chinarro, que se jubiló hace más de 10 años y debe de andar ya cerca de los 80, está, efectivamente, igual.
"Ese tío tiene el mismo aspecto desde los 30"
"Sí, sí, desde 1930".
"Jejejejejeje."
La velada avanza sin mayores contratiempos, excepto el momento en que le das tu nuevo móvil a Y, esa compañera del insti que también lo fuera del colegio y que te cae tan bien, para descubrir horrorizada que S, tu stalker particular, al que llevas tres años dando esquinazo con todo éxito, se lo está apuntando disimuladamente.
"¡Cielo Santo! Espero que no me llame."
"Este número es nuevo ¿no?" Pregunta S. "Porque no me coincide con el que tenía apuntado"
"El móvil del curro" mientes tú. "Ya puedo empezar a inventarme un novio." piensas pa' tus adentros.
"Vamos a tomar algo por ahí, que ya nos hemos cansado de tanta bebida light ¿te apuntas?" Me pregunta Y. S se une al grupo y me mira con ojos de carnero degollado.
"Errrrr... "
Ana llega al rescate. "Nosotras nos vamos ya ¿te vienes?"
"Pufff. Sí, casi mejor me voy a casa que mañana trabajo y estoy destrozada".
Y se despide y promete llamarme. S no se despide porque le esquivo hábilmente pero sé que también me llamará.
Y Ana y yo nos vamos al Vips de la esquina con sus hermanas a tomar algo antes de volver a casa.
"¿Has visto a la de historia?" Está igual.
"Sí, y la de francés... tan estirada como siempre"
"Joder, y la de matemáticas que me ha reconocido enseguida" dice Pilu, todavía recuperándose de la impresión: "Yo te di clase cuando estaba embarazada de mi segundo hijo, me ha dicho."
"Su hijo andaba por allí, también" le aclaro yo, "esta vez como ex-alumno, tiene 20 años".
Pilu gruñe horrorizada.
"Pues me ha dicho Marta que esto deberían hacerlo más a menudo, cada 5 ó 10 años".
"¡¡¡¡Conmigo que no cuenten!!!! decimos las cuatro al unísono.
Pero, reconozcámoslo, ha sido divertido.

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