Esta mañana me he dormido. Habitualmente me pongo dos despertadores para asegurarme de que me levanto a tiempo, uno de ellos el del móvil, el otro, un despertador que gané hace años en un concurso de la radio y que coloco en la estantería para tener que levantarme y caminar a apagarlo.
El móvil se quedó sin batería en algún momento de la noche y no ha sonado, y mi mente ha decidido obviar el otro despertador por lo que cuando por fin he abierto el ojo, he comprobado horrorizada que llegaba más de una hora tarde a la oficina.
"Dichosos los ojos" dice Walter cuando aparezco por fin.
"Hombre, llevo una hora llamandote a todos los teléfonos, fijos y móviles y estaba mandándote zumbidos al messenger" añade Charlie.
"Me he dormido" añado yo, innecesariamente.
"Bueno, voy a la tienda a por algo de comer" me informa Charlie.
Charlie sale y yo me siento en mi sitio a pegarme con la red inalámbrica de la ofi, que hoy ha decidido que no me conecte a internet.
A los dos minutos veo por la ventana que nuestro amado jefe regresa, las manos ocupadas en un grasiento donut.
Atenta que soy, y deseando congraciarme por mi retraso de esta mañana, me levanto de mi sitio y corro a abrirle la puerta.
"Iba a asomarme ahora a la ventana a decirte que me abrieras, que me he dejado las llaves" me dice Charlie.
"Ya me he adelantado yo, que soy rápida como el viento".
"Menos para levantarte de la cama" se descojona Charlie. "Lo siento, jejejejeje, pero es que me lo has puesto a huevo".
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