jueves, 14 de abril de 2005
Ya no los hacen como antes (II)
Me dice mi amiga la Mari, via messenger, que suscribe todo lo que digo sobre Cary Grant. Pero que me he dejado unos cuantos en el tintero. "Pues nada, tranquila, haré una serie completa" Y me pongo a pensar quién puede ser el siguiente. Afortunadamente no tengo que pensármelo mucho, en apenas unos segundos me vienen a la mente unos ojos azules y una sonrisa de niño tímido pero travieso...
Gary Cooper era alto, muy alto, un metro noventa de humanidad. Como dirían algunos "más largo que un día sin pan", nació en 1901 y llegó a esto del cine por casualidad, como casi todos.
Su primera aparición memorable: "Alas" de William Wellman con la pizpireta Clara Bow. En aquella época las estrellas femeninas se dividían en eso: pizpiretas o femmes fatales. Clara Bow era de las primeras y la protagonista absoluta de este clásico del cine mudo.
Cooper, vestido de aviador y con los ojos azules más imposibles del cine mudo, pasó la prueba con honores y comenzó despacio pero sin pausa a afianzarse en la lista de actores más solicitados.
Sobrevivió al cine sonoro, ese que se dejó por el camino a tantas estrellas "intocables" hasta entonces, ganó en madurez y experiencia y comenzó a regalarnos joya tras joya:
"Adiós a las armas", "La Octava mujer de Barba Azul", "Juan Nadie", "El Sargento York", "Bola de fuego", "El manantial", "Solo ante el peligro"... la lista es interminable.
Un cáncer de pulmón se lo llevó demasiado pronto, con apenas 60 años y sus amigos y admiradores lo lloraron amargamente.
Si Cary Grant tenía la capacidad de llevar mocasines con calcetines blancos y no perder ni un ápice de su elegancia natural, Gary Cooper tenía la capacidad de hacer que mi abuela, el culo más inquieto a este lado del Manzanares, se sentara frente a la tele sin moverse ni rechistar durante dos horas cada vez que ponían una de sus películas.
Mi abuela, que nació en el mismo año que Mr. Cooper lo tenía muy claro: "a mí el cine... pues no me interesa mucho, pero Gary Cooper..."
Algo de su pasión por el actor hemos debido de heredar porque en el salón de mi casa, junto a las fotos de varios miembros de la familia, aparece una foto suya que enmarcara yo hace tiempo.
En ella, un Gary Cooper jovencísimo mira a la cámara con ojos lánguidos desde un sillón en el que aparece "descuidadamente" derrengado.
Y mi sobrina, que a sus 20 meses apunta ya maneras, le saluda todos los días con una de sus deslumbrantes sonrisas mientras señala la foto con emoción y grita: "¡Papá!"
"¡Más quisiera yo!" dice mi hermana con amargura. Y aunque ella no lo dice yo, que la conozco muy bien, sé que está comparando mentalmente y recordando eso que decía mi abuela, coetánea y fan de Gary Cooper hasta el último día de sus 88 años de vida: "Ya no los hacen como antes".
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1 comentario:
Doy fe de todo lo que dice y pienso es verdad que para eso soy su hermana
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