Dijo alguien por ahí que esto del messenger era la gran revolución, una nueva forma de comunicación. Una herramienta que nos permitiría estar en contacto a tiempo real con cualquier persona en cualquier punto del mundo.
Imagínense las posibilidades... Amigos y familiares, separados por miles de kilómetros, en contacto repentinamente por obra y gracia de microsoft. Se acabó el esperar inútilmente esa carta que nunca llega, o el confiar en lineas telefónicas defectuosas, llenas de ruido y que hacen que suenes como si estuvieras hablando con una tarrina de yogur atada a un hilo.
Una nueva forma de comunicarse, sin ruido, sin interferencias, una nueva forma de poner en práctica esa gran herramienta que es el lenguaje y que es lo que nos distingue del resto de animales de la creación... Amigos, familiares, congratulaos, el messenger está aquí.
Y estaba yo tan tranquila, esta tarde, sentada frente a mi ordenador tratando de desentrañar los misterios de los billetes electrónicos de Spanair cuando se me ilumina la pantallita del messenger: Mensaje de B.
¡Buen rollito! A ver qué se cuenta. Porque aunque B no vive a miles de kilómetros, sino en Móstoles, ni tiene problemas de conferencias a larga distancia como Gila, usa el messenger, como todo hijo de vecino (la menda incluida) para charlar con los amigos y estar al tanto de lo que les pasa.
Y esto es lo que se cuenta B:
"Hola, cabrona, yo también kiero mis fotos..."
Atónita ante tan imperativo saludo, no acierto a decir nada coherente durante un par de segundos y B, como si no hubiese hecho más que limitarse a darme las buenas tardes, continúa preguntándome qué tal me ha ido la semana, qué tal mi catarro y haciendo planes para la merendola del viernes, como si tal cosa.
"Sí, sí" le contesto yo "puedo ir a la merienda del viernes y te llevaré tus fotos".
"Andá ¿qué fotos?" pregunta B.
Y es entonces cuando me vienen en cascada un montón de recuerdos de mis eternas clases de lingüística y de aquellos graciosos diagramas que hacía mi profesora de "emisor", "receptor", "canal"... que no eran más que una forma pomposa ideada por cuatro catedráticos aburridos para explicar los diálogos para besugos.
Una nueva forma de comunicarse, inmediata, sin ruido, sin interferencias... ¿Sin pies ni cabeza? ¡Viva el messenger!
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