La tan traida boda de Carlos y Camilla ha dado mucho juego en las semanas previas... y lo que te rondaré morena.
Aquí una reconoce que se la perdió enterita por estar más interesada en sendos platos de gachas y migas con que me obsequiaron en el pueblo de MJ (ese al que es dificilísimo llegar).
Espero empaparme de datos imágenes y anécdotas con efecto retroactivo, pero hasta entonces, vaya aquí esta pequeña perla de la que me enteré el viernes por la noche:
Los británicos, pueblo amante de las apuestas por encima incluso de la cerveza y el pudding de Yorkshire, andaban como locos tratando de vaticinar cuál sería la siguiente desgracia que caería sobre la regia cabeza de Charles and co.
Que la boda estaba gafada no lo dudaba nadie y muchos esperaban con morbosa anticipación que el enlace se aplazara de nuevo, se cancelara o acabara en desgracia. Las apuestas al respecto volaban por la red y los bookies no daban abasto. La mejor de todas, la que apunto estuvo de correr al ordenador para entrar en alguna de las numerosas páginas de apuestas y dejarme un par de libras: 10000 a 1 a que un platillo volante se estrella en el palacio de Windsor impidiendo el enlace.
Y luego dicen que falta imaginación
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