miércoles, 14 de diciembre de 2005

Una de gamberradas navideñas

No sé qué pasa que parece que cuando llegan estas fechas se nos revoluciona el lado más gamberro y/o gilipollesco, nos ponemos gorritos ridículos que mostramos ufanos en todo tipo de lugares y situaciones, disparamos el matasuegras sin ton ni son a todo el que se nos cruza por la calle y aceptamos jocosos que nos rebocen la cara con el último ingenio químico, enlatadito en un spray con el lindo nombre de "nieve artificial".

Eso los adultos, porque los niños... los niños, más salvajes ellos, recurren a métodos de diversión más sencillos pero, no por ello menos eficaces. A ver si os suena la jugada...

1.- Elegimos un mierda de perro lo más grande y jugosa posible (reseca también vale, pero desluce un tanto el efecto)

2.- Colocamos en el centro un petardito de mecha

3.- Esperamos, agazapaditos, a que alguien se aproxime. Cuando esté a una distancia suficiente (ni muy lejos ni muy cerca) encendemos el petardo y salimos escopetados a parapetarnos detrás de algo.

4.- Si la cosa sale bien y el cálculo "distancia del incauto" x "largo de la mecha" x "grado de desecación del excremento" está bien realizado, el resultado será un pobre peatón sordo de un oído y pringado de mierda de perro de la cabeza a los pies.

La broma existe desde tiempo inmemoriales, probablemente desde que Marco Polo nos trajera la pólvora del Lejano Oriente allá por los últimos años del siglo XIII, con sus variantes, eso sí.
A saber: tamaño y colocación del zurullo, potencia del petardo, atrezo diverso para llamar la atención de la inocente víctima... etc.

En mi barrio, por ejemplo, los muchachos han optado por escribir con tiza junto a la boñiga seleccionada: "PA TU MADRE" con letras temblonas y algo irregulares.

Joder, y la gente sigue picando.

"PUMMMMM" la mierda estalla unos diez metros delante de mí, prácticamente en la puerta del ambulatorio del barrio, y literalmente en la cara de una señora que se ha parado a leer el escrito.

La señora, indignada, se caga verbalmente en todo lo cagable del mundo conocido mientras un vecino y yo acudimos a socorrerla kleenex en ristre.

La señora jura en arameo, yo le doy pañuelo de papel tras pañuelo de papel mientras me muerdo el interior de los carrillos para no descojonarme viva en su cara y el vecino, cada vez más congestionado de tanto aguantar el trapo, le sujeta amablemente el bolso para que se limpie con más comodidad.

- "Si es que... si es que..." ruge la señora "estos niños de hoy son unos salvajes, unos auténticos salvajes, y la culpa, la culpa es de los padres... con correa deberían llevarlos"

El vecino me mira por un momento y, filosófico, responde:

- "Pues no creo que sirviera mucho para controlarlos. Con correa van los perros y fíjese, siguen cagando en todas partes".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que el problema de los niños es el mismo que el de los perros: los padres (de los niños) y los amos (de los perros)

Anónimo dijo...

Joder, Cuanta vida hay en tu barrio!!!
mmmmmm, lo intentaré con la vecina de abajo, jejejeje.

Awake at last dijo...

Pues yo eso de la mierda no lo había oído en la vida, :-O

Besos!

fridwulfa dijo...

chica, awake, pues no sé, será una tradición madrileña o algo. Pero en mis tiempos se hacía, desde luego.

Marta dijo...

En los míos también se hacía Frid, igual sí es de nuestros madriles.

PD: JAJAJAJAJAJAJAJA!!!!! Yo no habría aguantado sin reírme.