jueves, 2 de junio de 2005
Misterios, calendarios, cafés y desastres varios
Con mi amiga Carmela solía reunirme, cuando venía a Madrid, en un coqueto café sito en la Glorieta de Ruíz Jiménez (San Bernardo para el común de los mortales). El café tiene una planta abajo con unos fantásticos sofás en los que puedes sentarte y tirarte toda la mañana o toda la tarde sin que nadie te moleste ni te ponga mala cara por llevar tres horas con un café con leche y un vaso de agua, por eso me convertí en visitante asidua, y conmigo Carmela.
Allí quedábamos todas las mañanas para desayunar juntas y allí rebautizamos el café con el nombre de "café desastre" porque sus camareros, inexpertos, mal pagados y algo lentos de reacción no acertaban ni una.
-"Tostada con mantequilla..."
-"No, perdona, te he pedido una barrita con aceite y tomate"
-"Ah, bueno, ahora te la traigo, perdona, entonces el sandwicho mixto es para ella ¿no?"
-"No, bonita, ella te ha pedido un CROISSANT con jamón y queso"
-"Ups"
Y así todas las mañanas. A nosotras, que nunca teníamos prisa y sí mucha guasa, el asunto, lejos de molestarnos, nos hacía cierta gracia y nos reuníamos siempre con la coñita de "a ver qué nos sirven hoy".
El caso es que la Carmelilla, que es así de amor ella, se fue de viaje a Francia y a su vuelta me llamó para informarme:
-"Prima, te he traido un regalillo de los parises"
El regalillo resultó ser un calendario con fotos de los cafés más típicos de París, fotos antiguas, nostálgicas y llenas de magia.
-"Mira" me dijo señalándome una de las fotos en la que se veía a dos muchachas sentadas en la terraza de un café charlando animadamente, "somos nosotras en el Café Desastre, cuando lo he visto me he acordado de ti y me he dicho 'esto para mi primi' y aquí lo tienes".
En cuanto empezó el 2005 yo colgué cumplidamente el calendario en la pared del "estudio", como yo lo llamo -el cuarto donde se apilan los libros y coge polvo el ordenador, vamos- y allí se quedó expuesto.
El 12 ó 13 de febrero me acordé y pasé la página al mes de febrero... y hasta hoy. Porque yo soy la persona más despistada de este mundo y me pasa eso de que de tanto ver una cosa siempre en su sitio acaba por volverse invisible, y nunca me acuerdo de cambiar los calendarios ni de actualizar las agendas ni de dar cuerda a los relojes o, lo que es peor, regar las plantas, hasta que ya es demasiado tarde.
El caso es que el calendario de Carmela,impulsado por no sé qué fuerza misteriosa, se actualiza todos los meses.
Cuando ocasionalmente me acuerdo y le echo un vistazo para pasar página y cambiar el mes, ahí me lo encuentro, en la pared, todo satisfecho de sí mismo y mostrándome los días y las semanas correctas y una nueva foto en la que no había reparado antes.
Y ya empiezo a creer eso que decía mi abuela de que las casas están pobladas por duendes juguetones que se divierten escondiéndonos las llaves y cambiándonos las gafas de sitio, sólo que en este caso el duende de mi hogar parece contentarse con traspapelarme las cartas del banco y pasar página al calendario todo primero de mes y por ambas cosas, no puedo más que estarle muy agradecida.
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3 comentarios:
I love you more!!!
Que bonito...¡¡¡y que paciencia con el café desastre!!!Menos mal que ya os encontrabais cada día con el percal, que si no salía de allí con los platos en la cabeza...
Yo también soy un poco desastre en el tema este de actualizar cosas; Sin ir más lejos, yo tambiémn tenía un calendario y lo actuaizaba cada 3 o 4 meses. Con lo cual, el año se me hacía muy corto...Bueno, lo siento por la rallada. Un beso.
Siempre me gusta leerte por aquí, Maka, de rallada nada. Yo creo que los calendarios "estancados" como los llamo yo, son una constante en todas las casas. Besos
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