Dios le da pan a quien no tiene dientes...

Volvía a casa en el autobús, sentada en mi sitio de siempre (penúltima fila, asiento de la ventanilla, a la izquierda). Volvía a casa cómodamente instalada en mi asiento de siempre, mirando por la ventana y pensando en las musarañas cuando, reflejado en el cristal, vi que el yupi, ejecutivo agresivo, que llevaba delante estaba concentradísimo tratando de resolver un sudoku con una maquinita.

Es curioso el fenómeno éste de los sudoku. Yo, que soy muy fan de los crucigramas y los juegos de lógica, he sido totalmente incapaz de engancharme a ellos. Y no porque no lo haya intentado.
Sin embargo soy una de las pocas excepciones que confirman la regla, porque al resto del mundo le ha dado tan fuerte que ya ni se molestan en publicarlos en papel, ahora, directamente, salen en maquinita, como la que lleva el yupi, ejecutivo agresivo que llevo delante...

¡¡¡¡COÑO, PERO SI NO ES UNA MAQUINITA DE SUDOKU!!!!

¡¡¡¡COÑO, PERO SI ES UNA DS LITE!!!!

Y semejante desperdicio me hace tanto daño al corazón y a la vista, que paso el resto del trayecto tratando de no pensar en ello, con los ojos bien cerrados y muy concentrada en repasar la tabla de multiplicar del 13.